una vida que sea la nuestra. ni la tuya ni la mía, la nuestra. no la de nosotras dos ajenas al mundo. la nuestra.
una vida que sepa a tallos verdes y a ese sol que se aleja las tardes de invierno. una que queme en la piel y en los labios. pero, ¿donde está?
hemos recorrido demasiados paisajes como para pensar que pudiera tener algo que ver. hemos vuelto a ellos con la intención de ser los mismos, los de antes. pero somos otros y estamos mucho más cansados. nuestros pasos pesan y nuestra agonía no sabe ni a dolor si quiera. hemos vendido humo hasta la extenuación o hasta darnos por vencidos. derrotados por nuestras propias mentiras, asfixiados por la petulancia de nuestras enormes frases solemnes, por la sobervia de nuestros discursos ya no creemos a nada ni a nadie ni a ningún que otro espejo. hemos comprado todo lo comprable y hemos vendido y ahora, ahora buscamos en los cubos de basura y los rastrojos nuevas mentiras que no suenen tanto a hueco. capaces de dejarnos seducir de nuevo, capaces de mirar hacia otros lados y dejarnos convencer, capaces de subirnos a cualquier nueva falacia con tal de que sea dicha con determinación.
en estos tiempos de anémonas y ventanas de ordenador. somos tan viejos como lo hemos sido siempre.