"des de que ens han robat les paraules no podem dir més que mentides."

divendres, 21 d’agost del 2009

en los teclados ingleses no hay acentos. tampoco en los tejados

en el instituto tenia pánico de la gente y me autocomplacía pensando que no me gustaban. había gente con la que deseaba tener cualquier tipo de conversación estúpida para convencerme de que no estaba solo. y las horas de patio eran eternas, a menudo evitaba mi soledad yendo hacia algún lado o inventando cualquier escusa para convencer al mundo de que mi soledad era una opción deseada. y convencerme, claro. aun no lo tengo claro, es esta extraña misantropía la que me conduce a pensar que existe alguna humanidad idílica a la que aferrarse o, por el contrario, es esta filantropía despótica la que me conduce a huir de cualquier contacto con los miles de misteriosos cúmulos de gentes que habitan este planeta? yo quería estar contigo. y punto.

yo era pequeño y escuchaba un programa en contrabanda. y me escondía de mi niñez y me gravaba en una cinta cada vez que llamaba para hacer algún comentario. me los inventaba. yo no había ido a ese concierto ni al otro. cuando los conciertos empezaban ya era la hora de marcharse así que conseguía entradas y camisetas de grupos que nunca había escuchado. ahí andaba yo, con mis trece recién cumplidos y con una camiseta que aún conservo. con mis greñas y con un atractivo recién descubierto.
ella me miro. si, era a mí.

si, esta vez era a mí. y yo no sabía cómo se hacían estas cosas así que estúpido lo deje pasar. pero para mi ego había sido más que suficiente. me había señalado y era a mí y no a otro. yo no era el acompañante. yo era yo.

pasaron unos años de terrible sequia en los cuales me convencí que no precisaba amar y que era más que suficiente pasearme como un gallito por el piso inferior, en donde las más locas de seguro gritarían y me recordarían que yo seguía siendo yo y no el acompañante. terrible.

el instituto empezó a arder como el petróleo a lo más puro estilo "walking around" cada vez que yo llegaba con mi cara de cárcel. así que descubrí que si dejaba que sonara el despertador una vez más, de seguro, llegaría con la escusa perfecta para encontrarme la puerta cerrada y que no hubiese marcha atrás.
en aquella época fui único. empecé a ser este solitario que hoy soy y, lo peor (o lo mejor), es que empezó para mí el gusto por las pequeñas cosas, las casi invisibles; el gusto por las pequeñas gentes humildes, maravillosamente tiernas y silenciosas. por ellos y ellas fue que empecé a sentir que no quería dejar de ser como era. no quería dejar de ser un naufrago a la deriva ni quería dejar de leer libros que hoy o tal vez mañana no llegaba a comprender del todo. y me sentaba con el sabor eterno del café en los labios y leía paginas incomprensibles del "anti-duhring" de Engels. y en las tardes de otoño invierno primavera te iba a ver a tu bachillerato nocturno y era maravilloso tomar un café de maquina al que me invitabas y tú eras mi mejor amigo y hasta creí enamorarme de ti y quién sabe.
planeábamos el robo de algún estanco para financiar los tiempos que vendrían y la familia Mimbrero o Benjamín Ramos aparecían en nuestros carteles. tú ya no te acuerdas. tú no lo recuerdas y yo de a poquito trate de irme olvidando de ti. para no dolerme. para poder irme soportando de a poco porque una llamada me dijo que estabas a punto de morir.

tu despertaste y no eras el mismo. o tal vez no lo hice del todo bien. sabes, ahora escribiéndolo me doy cuenta que casi lo había olvidado.
cada tarde iba a tu casa y bajábamos a tomar un café. tú me reconocías y yo lloraba con una sutileza terrible que me enviaba a lo mas hondo. y parecía que nunca jamás iba a salir de aquel antro. y desee compartir parte de tu dolor por injusto. y desee que te hubieras muerto para no tener que estar aquí sentado tan distante de ti y hablando con un cuerpo al que ya no perteneces. y me odie tantos días. y no recuerdo que pasaba allá fuera. miro de acordarme y sé que si quisiera podría recorrer con un hilo la historia de aquellos días. pero no sé si quiero. si, no sé si quiero. a veces me parece que prefiero recordar mi vida a pedazos. mis muchas vidas repartidas como retales de un cajón de sastre. para irlas desechando o inventarlas a mi antojo. y convencerme. y convencerme o olvidarme o engañarme un poco.
entonces yo esperaba que al día siguiente aquello se cumpliese. miraba por el vidrio y dejaba que las luces corrieran tras de mí. a veces fijaba la vista e intentaba a la vez no moverla mientras el coche seguía su destino. nunca lo conseguí. Barcelona quedaba a dos horas y yo tenía más que suficiente para imaginar cómo sería nuestro entonces, nuestro salir de clase, nuestras confabulaciones y tus confidencias. y tus ojos. sí, tus ojos. hoy no pude evitarlo (o no quise) y me puse a escudriñar en tu recuerdo.

yo acababa de llegar, ahora, des de lejos, me da la sensación que siempre acababa de llegar y sucede que en cualquier nuevo lugar me reconozco eternamente extraño, como si una esfera impenetrable me dejase fuera y me invitara a verlos desde el exterior. un estigma del que me engaño y digo que no quiero entrar. y me miento.
bueno, yo acababa de llegar y aprovechaba para buscarte a mis tempranos once años, cuando aun no tenía intenciones y tan sólo acudía a ti en un acto de supervivencia. yo paseaba como hoy por calles y plazas que por aquel entonces se traducían en recreos y rincones en los que ningún balón me pudiera amenazar. y jugaba a canicas y peonzas, a juegos que se repetían cada tres años, ahora me doy cuenta. yo jugaba con alguien y esperaba la hora de subir las escaleras para tropezarme contigo. y de ahí a la hora de salir y mi esperanza de que hoy también te decidieras a encontrar una escusa con la que acompañarnos mutuamente.

yo inventaba escusas para los retrasos en mis clases de inglés. al principio era original, luego no. al principio miraba que las escusas fueran verosímiles y hasta trataba de que no se repitiesen, luego dejaron de importarme las clases de inglés y lo que la profesora pensase, así que no hubo día que no llegase tarde y no te amara en secreto.

un día, de pronto, deje de verte. se acabaron las salidas de clase y mis padres, siempre por mi bien, me condenaron a un instituto muy apartado de ti. por ese entonces yo acudía al viernes con la convicción que, después de una semana de espera, era el momento de encontrarte. y otra vez esa burbuja que me relegaba a estar siempre un metro apartado de ti, aunque esta vez eras otra. eras otra pero la misma y siempre igual aunque distinta porque eran otras las escaleras que nos esperaban al salir del instituto. el era entonces mi coartada. la lastima era que él era mucho más guapo que yo. así que al final te enamoraste.
de él.

aprendí o aprehendí a subir las escaleras de mi casa y acertar en la cerradura y hábilmente dirigirme a ustedes con la convicción de que los podía engañar si decía que hoy no había bebido. ¡qué autoengaño mas irracional para todos los padres y madres! ¿hare yo lo mismo? y decía que el local estaba lleno de humo y así me excusaba de estas terribles ganas de vomitar. nunca me ha sentado bien el tabaco y aun así repito.
es casi como Barcelona.